El llamado síndrome burnout o lo que es lo mismo síndrome de estar quemado es una situación bastante frecuente en el personal de enfermería.
Existen múltiples factores estresantes asociados a la aparición de este síndrome en la profesión, los principales en relación al ambiente laboral son: La carga de trabajo, la ambigüedad del rol a desempeñar y la baja autoestima o valoración profesional.
Otros factores estresantes se describen según el área de trabajo, en el caso de los trabajadores de unidades de oncología la enfermería se enfrenta a diario con casos de sufrimiento humano y muerte, o en unidades como urgencias, uci o quirófano que requieren notable experiencia clínica, exceso de responsabilidad, y asumir cierto nivel de riesgo laboral.
Factores como la inseguridad laboral, el paro, la escasez de recursos humanos y materiales, la turnicidad, constituirían otro grupo de factores importantes. Todos éstos y muchos más que me pude dejar en el tintero, provocan en nuestro colectivo agotamiento físico-mental, así como decepción vocacional.
Existe un aspecto positivo del estrés como modo de ayuda a la adaptación ante determinadas situaciones. En este sentido la activación del cuerpo nos preparará para dar respuesta activa a una situación de alerta y ésta se percibe como manejable. Pero en la medida que las situaciones se perciben como más difíciles o amenazantes la activación de nuestro cuerpo será más importante haciendo aparición de manifestaciones somáticas más patentes y con frecuencia desagradables.
Es importante un afrontamiento del estrés físico y emocional, tanto es así que algunas empresas ya adoptan medidas para el cuidado de su personal como cursos de manejo y control del estrés. En ellos se dan algunas recomendaciones como son aprender a relajarse, aprender a priorizar, compartir problemas, mantener una actitud flexible, practicar hábitos saludables, entrenarse en habilidades sociales, y practicar el sentido del humor.